He tardado más de un año en volver a escribir. Falta de tiempo, de ganas, de motivación, quizás por la creencia de que no tenía nada interesante que decir o simplemente por la experiencia de vivir una temporada más en lo «físico» que en lo virtual… El caso es que ya hace días o semanas o quizás meses que voy acumulando ganas de «vomitar» una reflexión de las mías y hoy ha sido el día escogido.
Y no es que este día tenga nada de especial, más bien al contrario, ha sido un día de esos en los crees que hubiera sido mucho más productivo quedarse en la cama; un día de esos en los que tu mente trabaja ella sola para evocar momentos mucho mejores y así jugar con la nostalgia, para sumergirte aún más en tu bucle de «vaya día de mierda».
Y yo solita me he ido dejando llevar por ese juego de mi mente, que últimamente anda algo desequilibrada por diferentes acontecimientos, y me ha dado por pensar en momentos mejores que el día de hoy. Y los reviso y pienso en que los momentos no eran lo importante, sino las personas con los que los compartía
¿Fui capaz entonces, de hacer ver a aquella/s persona/s que me estaba/n haciendo feliz?
¿Cómo cambiaría mi mundo y su mundo de haber compartido esa sensación?
Me pregunto si soy capaz de demostrar, transmitir, comunicar, hacer entender a los que me hacen feliz que lo hacen. Me pregunto cuántas de las personas a las que echo de menos en días como hoy son conscientes de la falta que me hacen en estos momentos. Y me pregunto si los que están en días como estos son conscientes de lo importante que es para mí que lo estén.
Y es que (creo) no es algo habitual ir y decirle a alguien, «oye, me haces feliz» pero empiezo a considerar que es necesario.
Porque en días como hoy, «un día de mierda», hubiera compartido momentos con personas que me hacen feliz y ellas no lo saben… y las he echado de menos. Y no puedo decirles que les echo de menos porque no lo entenderían, porque sería muy largo de explicar, porque hasta hoy, no saben lo que aportan o han aportado a mi mundo y no saben la falta que me hacen en días así.
Y porque a los que sí que están, no puedo explicarles el bien que me hace compartir con ellos este tipo de días, porque también sería largo de explicar y «raro».
Así que, después de más de un año sin escribir, vuelvo hoy para reflexionar sobre la importancia y la necesidad de decirle a las personas que me hacen feliz que lo hacen. Así, que, quizás, a partir de mañana, cuando la timidez, el miedo o el orgullo me lo permitan, me dé por dirigirme a ellos y decirles: «Tú, que me haces feliz, gracias por estar en mi vida».